miércoles, 11 de septiembre de 2013

Bodega Montferry

Siguiendo con las reseñas de mis locales preferidos de Barcelona, en el siguiente artículo le toca el turno a uno sobre el cual tenía muchas ganas de escribir por el especial afecto que le tengo. Se trata de un lugar con mucha historia pero que desde el pasado mes de Julio puede que sea uno de los que más y mejores críticas han recibido en redes sociales, blogs, revistas, periódicos y programas radiofónicos de temática lúdico-gastronómica. Me refiero a la bodega Montferry.

La bodega Montferry es un pequeño local ubicado en la calle Violant d'Hongria del barrio de Sants de Barcelona. Fue fundada en el año 1965 por el señor Pere Rovira, un tarraconense nacido en el pueblo Monferri de la comarca de l’Alt-Camp, que poco a poco se convirtió en propietario de una red formada por una cincuentena de bodegas distribuidas por toda la Ciudad Condal, de las cuales hoy en día sobreviven muy pocas. Tras permanecer abierta durante cuarenta y ocho años y habiendo llegado sus anteriores propietarios a la edad de la jubilación, la bodega Montferry de la calle Violant d'Hongria se vio irremediablemente abocada al cierre. Fue entonces cuando llegaron Alberto García Moyano, Marc Miñarro y Raquel Bernús para hacerse con las riendas del local y montar una auténtica revolución en el barrio de Sants de Barcelona, convirtiendo este antiguo establecimiento de barrio en un lugar imprescindible, eso sí, sin hacerle perder ni una pizca de su solera original.

De forma muy acertada, y puede que éste sea uno de los principales motivos del enorme éxito y aceptación que está teniendo desde su reapertura, Alberto, Marc y Raquel decidieron no alterar la estética ni el espíritu de la bodega Montferry. Lejos de virguerías del grafismo y la rotulación, el cartel del local conserva su color y tipografía originales (letras negras sobre fondo blanco), su texto original (“Bodegas Montferry. Vinos y licores”) y su magnífico logotipo original (una adaptación de la figura del niño de la fuente de los Jardines de Can Mantega esculpida en 1880 por Agapit Vallmitjana i Barbany). Pero si dejamos de lado el rótulo y pasamos a su interior, también podemos comprobar que ningún interiorista sueco ni ningún diseñador de vanguardia han estado trabajando en su decoración. Aunque nunca hayamos estado en la antigua bodega Montferry, cualquiera que la visite hoy en día enseguida podrá advertir que el local conserva toda su alma bodeguil: Mesas de mármol con estructura y patas forjadas en hierro; sillas de madera austeras pero firmes; el clásico espejo anti-rufianes presidiendo la pared frontal; barra de bar de aluminio; nevera y despensa empotradas en la pared con puertas de madera; un ramillete de ajos, hojas de laurel y pimientos secos colgando de las vigas; ventiladores de grandes aspas pendientes del techo; y doce barriles de diferentes tipos de vino como protagonistas absolutos del local. Pero ojo, que nadie piense que por ser de estética clásica la bodega Montferry es el típico tugurio mugriento por el que no pasa un paño húmedo desde el año 1972. La bodega Montferry es estéticamente clásica pero su impecable higiene y pulcritud llama considerablemente la atención si la comparamos con otros locales de Barcelona (que podría mencionar pero que no lo voy a hacer) de características similares.

Una vez analizado el cartel de la entrada y la estética interior, sólo queda analizar lo más importante de cualquier bar, bodega, taberna, restaurante o lugar de esta índole, aquello por lo que cualquiera que lo visite por primera vez se va a ver motivado a volver: Los productos alimenticios. Cualquiera que piense en el término “bodega” puede llegar a creer que es sinónimo de chato de vino rancio, de botellín de cerveza y, como mucho, de frutos secos, olivas, conservas y patatas fritas de bolsa. En el caso de la bodega Montferry nada más lejos de la realidad. Los masoquistas que seguimos a la bodega Montferry a través de Facebook, Instagram o Twitter tenemos la suerte (o la desgracia según la hora del día que sea cuando lo miramos) de estar siempre al corriente (con foto incluida) de los magníficos bocadillos con pan de leña que cada mañana Marc y Raquel preparan a sus clientes para desayunar: De escalibada con queso de cabra; de pechuga de pollo rebozada con tomate y huevo duro; de lomo a la brasa con cebolla y ajetes; de atún con tomate seco, pimienta y pimentón; de chistorra con pimiento verde; o de sobrasada con cebolla confitada y ron son sólo algunos ejemplos. Pero no sólo de bocadillos vive la Montferry. Sus croquetas caseras de carne a la brasa, queso roquefort o escalibada; su morro de cerdo frito; sus combinados de conservas con salsa espinaler casera; o sus raciones de “cap-i-pota” o de albóndigas con sepia hacen las delicias de cualquiera que pase por allí. Tanto es así que resulta prácticamente imposible ir a tomar una cerveza a media tarde y no caer en la tentación de pedir algo para regalar al estómago. Y en cuanto a lo que uno puede beber, pues obviamente en la Montferry te pueden servir desde la clásica caña de cerveza de toda la vida hasta un delicioso vermut artesanal que resucita a los muertos, pasando por todo tipo de vinos procedentes de diferentes lugares de la Península Ibérica.

Y muchos se preguntarán: “¿Pero de dónde han salido estos tíos?” Pues la verdad es que ninguno de ellos tiene una dilatada experiencia en la hostelería ni nada por el estilo. Como quizás muchos de los lectores recordarán, Alberto García Moyano es el alma mater de “En ocasiones veo bares”, aquel portal de Internet dedicado a los bares, bodegas y tabernas más emblemáticos de la ciudad de Barcelona que en su día reseñé en la sección de “Enlaces” de este blog. Tanto Alberto como Marc y Raquel comparten la afición de visitar y valorar los mejores lugares de la Ciudad Condal donde tomar unas buenas tapas y saborear un buen vermut, y de hecho es fácil encontrárselos en cualquiera de las rutas y gymkanas organizadas desde “En ocasiones veo bares”. El pasado mes de Julio, aprovechando una serie de coincidencias, circunstancias y dejándose llevar por una ilusión, estos tres amigos decidieron hacerse con la bodega Montferry de la calle Violant d'Hongria y desde entonces hasta ahora lo único que han hecho ha sido, simple y llanamente, ofrecer como hosteleros aquello que ellos siempre han apreciado y valorado como clientes: Calidad, amabilidad y profesionalidad. Decoraciones y estética al margen, yo sinceramente creo que es ahí precisamente donde reside la clave del tremendo éxito que están teniendo. Desde aquí me gustaría desearles que sea por muchos años.

Bodega Montferry
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C/ Violant d'Hongria Reina d'Aragó Nº105
Metro: Plaça de Sants | Plaça del Centre

martes, 10 de septiembre de 2013

Homo Sibaris

Últimamente se está poniendo muy de moda todo lo relacionado con el mundo de la cerveza. La cerveza siempre había sido la bebida alcohólica barata por excelencia y su consumo era propio de chiringuitos playeros, de bares Manolo, de conciertos en vaso de plástico, de cañita acompañando unas tapas o de botella de litro en el parque con los colegas. Pero de un tiempo a esta parte la concepción de la cerveza está cambiado de forma radical, llegándose a convertir en todo un producto digno de estudios y análisis gastronómicos de lo más sofisticados, alcanzando niveles similares a los del vino. Y esto se está notando, por ejemplo, en que los bares e hipermercados cada vez ofrecen más variedad de marcas, procedencias y tipos de cerveza; en la proliferación de carteles anunciadores de catas, cursos de fabricación, festivales y ferias cerveceras por calles y redes sociales; y en el incremento del número de webs, blogs y libros que se publican sobre la susodicha bebida. Pero si hay algo de esta nueva moda que se agradezca de verdad, es la progresiva aparición de cervecerías artesanas en las calles y plazas de nuestras ciudades como alternativa a los bares y pubs de toda la vida. En el presente artículo quisiera recomendar una de estas cervecerías que abrió sus puertas hace algo más de dos años en el barrio de Sants de Barcelona y que poco a poco se ha convertido en uno de mis locales de tarde-noche preferidos de la Ciudad Condal. Me refiero a Homo Sibaris.

Homo Sibaris es un pequeño local ubicado en plena Plaça d'Osca del mencionado barrio de Sants de Barcelona, totalmente especializado en la cerveza de calidad fabricada de forma natural y tradicional. Que nadie pretenda tomarse en Homo Sibaris una Heineken, una Carlsberg, una San Miguel o cualquiera de esos meados de burra embotellados y etiquetados bajo el nombre de cerveza porque allí no las va a encontrar. En Homo Sibaris únicamente despachan, tanto para tomar allí mismo como para llevar a casa (porque además de cervecería también es tienda), cerveza artesana procedente de cualquier lugar del mundo, eso sí, apoyando siempre de forma muy especial a las cervezas de producción catalana. Así pues, en Homo Sibaris uno puede degustar y comprar desde cervezas japonesas a alemanas, pasando por inglesas belgas o irlandesas, sin olvidar las fabricadas en Sitges, Olot o directamente en el propio barrio de Sants.

El espacio del local es relativamente reducido pero muy confortable. Pasando de largo el mostrador, frente al cual se exponen las botellas que se encuentran a la venta, se llega a una sala decorada a base de mesas y sillas de madera, estanterías de libros y cuya pared principal está presidida por la clásica imagen de la evolución del “homo sapiens” adaptada al nombre del local. Un gran espejo de pared y una serie de pizarras conforman el resto de decoración del local, algo austero pero muy acogedor. En las pizarras mencionadas con anterioridad se exponen las ocho clases de cerveza de tirador de las que dispone en ese momento. El local cuenta con un total de seis grifos y dos bombas de mano, y en función del día o de la semana los tipos de cerveza que se ofrecen pueden ir variando.

En cuanto el servicio, decir que éste es exquisito. Sea quien sea la persona que se acerque a atendernos, jamás le dolerán prendas a la hora de explicarnos las diferentes procedencias, variedades, graduaciones, materiales utilizados para su elaboración, matices de color, aroma, textura o sabor, y todos los detalles sobre las diferentes cervezas disponibles en ese momento. Todos ellos son gente muy entendida en la materia y la verdad es que da gusta escucharles hablar de sus productos y dejarse aconsejar por ellos.

Pero además de ser un lugar ideal para degustar unas buenas cervezas antes o después de cenar, en Homo Sibaris también ponen a disposición del cliente una excelente carta de quesos y embutidos de la tierra, de manera que uno también puede acercarse allí a picar algo a media tarde o directamente a cenar, porque el horario de Homo Sibaris es de 17:30h. a 00:00h. todos los días de domingo a jueves, y de 17:30h. a 02:00h. los viernes y los sábados.

Homo Sibaris
http://www.homosibaris.com
Plaça Osca Nº4
Metro: Plaça de Sants

lunes, 9 de septiembre de 2013

Santa Burg

Por norma general, en cualquier colectivo que no esté compuesto por adolescentes y pubertoides, hablar de hamburgueserías es igual a hablar a lugares de comida basura con alto contenido calórico a los que se suele acudir para salir del paso de forma relativamente barata cuando uno tiene prisa por hacer algo y comer bien es lo de menos. Pero como todas las normas están para romperse, hace unos meses abrió un nuevo local en Barcelona que, por decirlo de alguna manera, viene a ser algo así como una hamburguesería artesanal y de calidad, aunque “hamburguesa” y “calidad” puedan parecer dos términos totalmente contrapuestos. Me estoy refiriendo a Santa Burg.

Santa Burg se encuentra en un pequeño local de la calle Vallespir de Barcelona, muy cerca de la Estación de Sants. Fue creado a finales del año 2011 por los cocineros Alain Guiard y Xavier Pellicer con el objetivo de ofrecer al público una carta de hamburguesas de lo más variada, utilizando carne (tanto de buey, como de pollo, como de cerdo) de la mejor calidad. Hay que decir que los propósitos de Guiard y Pellicer no se han quedado únicamente en el diseño de su carta y en la atractiva campaña publicitaria de su web. Gracias al tamaño, a la calidad de su materia prima en general y a la variedad y originalidad de sus productos, han logrado que las hamburguesas de Santa Burg nada tengan que ver con esos pegotes de estiércol prensado entre medio de dos trozos de pan ofrecidos por las grandes cadenas multinacionales hamburgueseras.

En cuanto a la imagen del local, tanto en su decoración como en el diseño de su carta y de su página web, se ha querido jugar con conceptos religiosos como la debilidad de la carne o los pecados carnales, y con los siempre recurrentes siete pecados capitales aplicados al disfrute gastronómico. Tanto es así que al fondo del local, justo al lado de la cocina, el cliente encontrará un altar presidido por una Virgen que, se entiende, no es otra que la que da nombre al lugar: Santa Burg.

Sin duda, Santa Burg es un lugar atractivo y diferente dentro de la gran oferta de locales dedicados al ocio gastronómico existentes en el barrio de Sants de Barcelona. El único inconveniente que le encuentro es su reducido espacio y la imposibilidad de reservar mesa con antelación. Esto, sumado a la novedad que siempre supone la apertura de un bar o un restaurante, hace que a determinadas horas de la noche se formen colas de clientes a la espera de degustar una de las magníficas “Santa Chilli”, “Santa Royal”, “Santa Deluxe” o “Santa Chick” ofrecidas en la carta de Santa Burg.

Santa Burg
http://www.santaburg.com
C/ Vallespir Nº 51
Metro: Sants Estació

domingo, 8 de septiembre de 2013

Lagunak

Como es natural, así como uno empieza a tener una edad cada vez le apetecen menos los planes nocturnos de fiesta padre y desenfreno bailongo hasta las tantas de la madrugada. Aún a riesgo de quedar públicamente como el abuelo Cebolleta, he de confesar que ese es precisamente mi caso. Meterme en un garito con una música de mierda sonando a todo trapo, apretujado, sudando y sin apenas poder moverme ni intercambiar una palabra con mis acompañantes sin dejarme la voz en el intento, es posiblemente una de las formas de ocio en las que hoy en día menos me apetece invertir mi escaso tiempo libre y mucho menos desperdiciar mi poco tiempo de sueño. En su lugar, últimamente cada vez me estoy aficionando más a salir a tomar algo en buena compañía, disfrutando de una agradable conversación con mi gente y a la vez degustar unas tapas o unos pinchos en un ambiente tranquilo, sin ruido y sin chusma indeseable que me moleste ni me tire cubatas por encima. Uno de mis locales preferidos de Barcelona para tal propósito es el Restaurante Lagunak del cual voy a hablar en el presente artículo.

Ubicado en la zona limítrofe entre los barrios de Sants y Les Corts de Barcelona, Lagunak es un restaurante especializado en cocina tradicional donostiarra que ya lleva más de diez años en la Ciudad Condal. El local, decorado con motivos vascos como pueden ser una camiseta de la Real Sociedad de San Sebastián o fotografías de embarcaciones de remo y deportes tradicionales de Euskadi (aunque también hay espacio para una camiseta de Leo Messi y otra de los All Blacks neocelandeses, por ejemplo), ofrece dos zonas claramente delimitadas en cada una de las cuales el cliente tiene la posibilidad de disfrutar de la comida de Donosti de dos formas diferentes: A través de la carta del restaurante o a través de los “pintxos” de su barra. Hasta el día de hoy no he tenido la ocasión de probar la carta del restaurante Lagunak propiamente dicho porque personalmente encuentro mucho más interesante la opción de los “pintxos” y mucho más auténtico el hecho de tomarlos de pie o en la misma barra como se suele hacer en las clásicas tabernas de Euskadi. Restaurantes hay muchos y muy buenos en Barcelona, pero los “pintxos” son lo que hacen de Lagunak un lugar verdaderamente especial. Es precisamente ese el motivo por el cual he querido recomendarlo en el blog.

Nada más entrar, el cliente encontrará en la misma barra una amplia variedad de “pintxos” fríos que van desde las ensaladillas de salmón, de cogollos con pimientos del piquillo y atún o de pimientos con anchoa, hasta la mousse de queso con membrillo o la crema de queso con gambas, pasando por el pastel de rape y merluza, el boquerón con vinagreta o el llamado “Gallo” (patata, huevo duro, mahonesa y un langostino) por nombrar sólo algunos de mis preferidos. Además, escrito con tiza en la parte frontal de un enorme barril colocado detrás de la barra, Lagunak también ofrece una gran lista de “pintxos” calientes como el de chistorra, todo tipo de tortillas o todo tipo de croquetas, así como diferentes raciones de bacalao, merluza o calamares preparados y presentados de forma tradicional en las clásicas cazuelas de barro.

El agradable trato del servicio del restaurante (todo él formado por personal vasco), la gran calidad de sus “pintxos” y la impecable presentación de estos, hacen de Lagunak (que en euskera significa “Amigos”) un lugar muy acogedor, ideal para salir a cenar cualquier día de la semana excepto los Lunes y los Domingos (días en los que el local cierra). Eso sí, si quieres quedarte bien saciado y marcharte de allí con el estómago lleno, prepara un billete azul porque sus “pintxos” buenos, variados y bien presentados son, pero un poco caros también, las cosas como son.

Restaurante Lagunak
http://www.lagunak-barcelona.com
C/Berlín Nº 19-21
Metro: Plaça del Centre